miércoles, 11 de julio de 2018

LAS GRANDES BATALLAS NAVALES









La Historia es un bonito cuento, pero hay que saberlo narrar para que el aprendizaje resulte llevadero. Y ese es el objetivo de esta nueva colección de cómics sobre grandes batallas navales. Trafalgar, Jutlandia, Chesapeake, Tsushima, Lepanto y Hampton Roads. Las seis primeras de una serie muy prometedora. ¿Qué tienen en común y las hacen tan especiales? La respuesta es simple: su importancia en el devenir de la Historia. Todas ellas resultaron capitales y tuvieron consecuencias definitivas para los dos bandos contendientes. Desde la frustración de invasiones y la caída de imperios, hasta la reivindicación de un cambio de poderes en la distribución mundial de fuerzas, pasando por el cambio de planteamiento en el concepto de guerra naval o la independencia de un pueblo.

Desde Norma Editorial os ofrecemos estos primeros títulos de una colección más amplia que suponen una aproximación didáctica y rigurosa de trazo certero y definido aderezado con anotaciones y textos muy oportunos del puño y letra del propio Jean-Yves Delitte, dibujante de varios de los títulos y guionista de todos ellos. Una colección muy documentada de gran valor pedagógico y divulgativo cuyo dibujo y color contribuye a sumergirnos en las épocas retratadas. No es fácil representar un crucero alemán clase Derfflinger con todo detalle; o reproducir la peculiar forma del CSS Virginia, ejemplar único que supuso el auge de los buques blindados (ironclad); o ser totalmente fiel a la hora de plasmar el cordaje, velamen y casco de un navío de línea clase Temeraire de tres puentes y setenta y cuatro cañones.

Además, el realista estilo de dibujo y el acertado uso del color nos envuelve en esos ambientes casi claustro-fóbicos de los combates navales históricos: la angustia de moverse bajo la lluvia de astillas resultantes del impacto de una carronada en la amura de un buque de línea del siglo XVIII, o el calor y ambiente asfixiante que sufrieron los servidores de los dos cañones Dahlgren de 279 mm de la única torreta del USS Monitor, sentir casi las órdenes del almirante de Grasse a bordo del Ville de Paris, el ver Port Arthur a través de los prismáticos Zeiss del almirante Togo a bordo del Mikasa, o el sentir los ayes y lamentos de los heridos y la adrenalina de los abordajes tras las embestidas entre galeras mientras aprendemos sobre Lepanto.

Y seremos también testigos de los distintos modos de vida y puntos de vista de todos los estamentos posibles, desde los más altos oficiales hasta el más humilde marinero. Contemos también con el mimo en la documentación relativa a armas y uniformidad: podremos reconocer piezas como el característico mosquete Charleville francés o las sobrias guerreras de una sola hilera de botonadura del uniforme japonés de 1905.

Esta colección es una oportunidad única para profundizar en la Historia naval universal, y para descubrir que un cómic es un recurso valioso para la divulgación rigurosa. Y no nos olvidemos de todas las batallas que quedan por llegar y que, seguro, harán las delicias de todo aficionado a la Historia bélica en múltiples épocas, situaciones y periodos.


El mérito de los museos y exposiciones es que consiguen que los detalles históricos entren por los ojos de una manera sutil y agradable, y ese es uno de los logros que consigue esta colección.
Uniformidades, estandartes, modelos de buques, armamento… un rigor exquisito que, junto a una narración muy bien llevada, crea una atmósfera que nos sumerge sin que nos demos cuenta en medio de la vorágine de estos trepidantes eventos históricos.

Hemos mencionado antes la firmeza y exactitud del trazo, una línea muy bien definida, pero complementada por un verosímil conjunto de la actuación con respecto a los personajes. Y, hablando de estos, las figuras históricas están bien representadas; de tal manera que no nos costará reconocer a Nelson, Villeneuve, Togo, Juan de Austria, Scheer… aunque lo que hace distintivas a estas narraciones es que los protagonistas no son los que podríamos esperar, ya que la responsabilidad
de mostrarnos los hechos recae sobre oficiales menores
o marineros, como puede serlo un vigía de cofa.
Suponen, también, una aplicación impecable del realismo de presentación: esos personajes narradores de la historia quizá no existiesen, pero sus expresiones, comportamientos y papel jugado encajan perfectamente en el estilo de la época y en el desarrollo de las consecuencias de la batalla en cuestión.
El uso del color realza la limpieza del trazo que tan bien delinea a los personajes, con una combinación de colores muy bien escogida: tonos estilo pastel, sin estridencias, sobrios, elegantes y adaptados a la época representada. Crudos, pero no sucios, puesto que el volumen viene dado por el contraste, el juego de luz y la perspectiva, pero no por la mancha o el entramado.

No nos olvidemos de mencionar los fondos, en los que encontraremos ciudades conocidas con algún que otro monumento significativo: buques emblemáticos, reyes y personajes históricos… Sorpresas y bonos variados que nos ayudarán a contextualizar el curso de la acción. El estilo figurativo utiliza-do resulta perfecto para darle a nuestra imaginación ese punto de impulso que nos falte para poder evocar el valor de la marinería, el saber hacer de los oficiales, la vida a bordo de un barco de guerra en aquellos tiempos y, cómo no, el poder sentir el acre olor de la pólvora o la cordita, el sabor del mar en la boca y el descubrirnos apretando los dientes cuando las astillas vuelan tras un impacto de la artillería enemiga.

Y, si bien hemos abordado el realismo de presentación, considerando como tal cuando la obra es descriptiva y vívida en los detalles, no podemos dejar de lado la grandeza del realismo de contenido, que se detecta y aplica cuando una obra es probable o verídica. Aunque son tipos de realismo independientes entre sí, pueden mezclarse componiendo obras que nos empujan a pensar que la vida, realmente, es así.

Y esa mezcla forma parte fundamental de la grandeza de esta colección de Las grandes batallas navales que acaba de empezar.